miércoles, 26 de octubre de 2011

Equilibrista del acantilado




Es el baile de las sirenas
Lo que me hace ir marcha atrás                            
Es el miedo a tu soledad
Lo que me hace intentar
Volverlo a intentar…

No regreso al columpio
Donde plante el eco de mis deseos
Recaigo en un retal cerrado
Equilibrista del acantilado…

Es un cielo espeso sobre mi altar
Lo que cierne mi alma para no bailar
Es el simple hecho ser feliz
Lo que me obliga a sonreír
Para ti…

No regreso al columpio
Donde plante el eco de mis deseos
Recaigo en un retal cerrado
Equilibrista del acantilado…

No lo vuelvo a intentar
El trigo que acaricia la palma de mis manos
Siembro el pan para mi alma alimentar
Perdiendo el tiempo en volverlo
A intentar…
No regreso al columpio
Donde plante el eco de mis deseos
Recaigo en un retal cerrado
Equilibrista del acantilado…

viernes, 14 de octubre de 2011

El Banco, el Tiempo y el Espacio



Dicen muchas personas, que son únicas. Dicen muchas personas, que todos somos únicos. Dicen muchas personas que todos somos iguales o que podemos hacer tantas categorías como dedos en la mano para embarcar a los tipos de personas que hay.
No quiero contaros lo que para mí es ser diferente ni mucho menos, vengo a contaros una pequeña historia, sobre dos personas en este mundo, dos personas que a veces les daba por navegar solas, otras veces por pasear acompañadas en su soledad, dos personas que necesitaban escucharse la una a la otra, o por lo menos sentirse así…
Todo comenzó y todo se forjó sobre un vetusto banco de un vetusto parque, llamémosle D a él y Z a ella. ¿Les parece correcto?  Por mí podemos dar comienzo a este pequeño cuento…
Caminaba tranquilo con sus pequeños auriculares dando color a sus pensamientos más alegres y risueños, a veces el camino largo se le hacía demasiado corto, porque notaba que flotaba con cada canción que escuchaba.
Faltaban 20 minutos para la salida de su autobús, y decidió matarlo, como no, a través de sueños musicales, sentado en un pequeño banco. Aquello era especial, algo le decían los bancos del parque siempre, y era:- No te sientes aquí, no te vas a sentir bien sentado sobre mí – Pero aquella vez fue diferente, aquel, viejo banco le estaba llamando a sentarse sobre él, se le apetecía disuadir su tiempo junto a él…
Sentado, noto como el banco y su cuerpo se unían para crear la armonía perfecta, toda la música que entraba en su cabeza se convertía en realidades y sueños que parecían llevarle a la atmósfera deseada…pasaron 10 minutos como si fueran segundos, y justo al levantarse, se percató de una nota en la tablilla lateral del banco. Había una serie de horas, como si una persona se sentará ahí y apuntara la hora donde se sentaba y quizás, ¿Por qué no? Soñaba despierto como él. Le dejó una nota sobre él con un pequeño rotulador al lado de sus horas:- El tiempo no es necesario si se hace acompañado de alguien que hace que esas horas, minutos y segundos, sean simplemente números en el espacio…
Pasaron días hasta que el chico…llamado D, volvió a ese intrigante banco. Sentía la tremenda curiosidad:-¿Habrá contestado? ¿Pensará que estoy loco?...Al acercarse pudo apreciar una suave y cursiva letra formando una respuesta:- Apunto la hora en la cual me siento completa y comprendida, así por si algún día se rompe la barrera del tiempo y el espacio, mis horas de gratitud emocional se queden conmigo en este banco.
Aquella respuesta le había sorprendido y D le dejó  una nueva apreciación:- ¿Puedo compartir contigo este pequeño saco espacio-tiempo? Me gustaría a mí también apuntar los momentos en los cuales me sienta realmente bien…Seas quién seas eres diferente a los demás, lo noto, nadie aprecia el tiempo de felicidad.
1 día después la respuesta estaba latente y fresca en el banco…Por poco D, no llegó a tiempo para poder coincidir con esa misteriosa chica:- Claro que podemos compartirlo, es más, me alegra llenar este pequeño saco con otras horas de felicidad. No soy una chica diferente…me considero bastante normal. PD: Mi nombre es Z.
La respuesta fue contundente:- Acabas de darme la razón…lo normal hubiera sido una respuesta estilo sí, ¿Por qué no? Y dejarlo en el aire, sin embargo has mostrado de alegría por compartir el espacio y el tiempo en este banco junto a mí.
Fueron muchos días esperando la respuesta, D pensó que quizás la había asustado o quizás pensó lo más lógico:- Este tío está loco… Sin embargo al 4º día, había una respuesta, una hora en concreto: 17:45
Esperó sentado en el banco escuchando música y justo a esa hora apareció Z. Rieron, disfrutaron, hablaron y compartieron espacio y tiempo durante el resto del día. Al regresar al banco, ambos miraron y apuntaron una hora: 22:09. En ese momento las barreras del espacio y del tiempo se rompieron, dejaron los momentos más felices de Z en la maderas de ese banco y grabando a tinta la hora en la que D, se sintió completo por fin sin necesidad de escuchar música.
Z comenzó a grabar esos momentos en otro banco…el banco que compartía con D donde cabían todos los sueños del mundo.
D siguió escuchando música, pero ahora no flotaba ni soñaba solo…

D siguió escuchando música, pero ahora no flotaba ni soñaba solo…