Llevo todo el día con el pequeño suspiro de aquél que tiene ganas de escribir algo y cree que cualquier cosa que haga, va a quedar incompleta…esa sensación de inconformismo interior y de obsesión con la perfección.
Me acerco a una vieja estantería, a estas horas, no sé si está en mi alma o está realmente en mi casa, solo sé que es vieja pero fuerte, parece gancha pero está más elevada que cualquier mueble de esta casa.
Hay libros de todo tipo, acción, drama, amor, intriga, filosofía…todos lo que uno pueda imaginar. Mi padre me dijo que cada libro que entraba en nuestras vidas, después de leerlo ya sea entero o incluso a medias, iba a parar a esa estantería, en la que parece, que todo cabe.
Sonrío a ver la inmensa variedad que hay, no me explico como puedo abarcar tanto, y es que al mismo tiempo que me puedo agobiar por ver tanto contenido, siendo en lo más profundo de mí ser, que pueden entrar infinidad de libros más.
Me acerco, con mi dedo índice voy tocando sus portadas, unas duras, otras blandas, pequeños, ediciones preciosas, otras más íntimas y algunas muy roídas.
Y es curioso, pues, cada vez que uno entra a formar parte de esta vieja estantería, no me siento sorprendido, siento que aprendo, que es curioso, interesante, bonito…pero ninguno me sorprende, no hay libros en esta estantería que yo pueda decir, parece de tapa blando pero su contenido es tan idílico que podría ser un clásico de tapa dura.
Pero aquella noche se coló alguien en este cuarto, y decidió, unir todos mis libros, vaciarme la estantería y dejarme un enorme manual, en el cual estaban todos los contenidos que había en el viejo mueble…
En el suelo yacía un libro, sin que yo decidiera que debía estar ahí, un libro sin nombre, de tapa dura, y en blanco…
Pase y pase páginas, pero no había nada…era un libro en silencio.
Sin embargo al abrir la primera hoja, comencé a imaginarme una ciudad, una preciosa capital, llena de luces, pensé en dibujar sobre él…pero lo más mágico iba a ocurrir a continuación.
Comenzaron a trazarse solas muchas líneas, tintas, colores que por arte de magia, dibujaban esa ciudad que tenía en mente dibujar sobre ese gran primer folio de ese hermoso libro silencioso…
Fueron minutos, horas…el libros había dibujado esa enorme ciudad, hermosos colores, tal y como la había visualizado yo en mi mente.
Desde luego no pertenecía a la estantería, y decidí, ponerlo en mi pequeña mesa de noche, al lado de mi pequeña cama, que normalmente me deja los dedos los pies al aire, debido a que es muy pequeña…
Aquella noche, tuve un sueño maravilloso, lleno de fantasía, y plagado de cosas que a uno le gusta soñar. Cuando abrí el libro para observar el dibujo de la ciudad, me percaté que había cosas escritas en las siguientes páginas…
Comencé a leer, y cuando hube acabado, no daba crédito a que extraño poder tenía ese libro…Era capaz de redactar y dibujar todo lo que pasaba por mi mente.
Poco a poco se fue llenando y el sentimiento de incomprensión y desubicación que tenía, fue curándose poco a poco gracias a ese libro silencioso.
Él no hablaba, no decía cosas, no te enseñaban nada…era el fiel reflejo de mi alma lo que se reflejaba en el libro…De alguna manera, escuchaba más que expresaba.
Sus hojas aumentan cuando llego al límite, no hay un punto final, creo que le encanta empaparse de la energía de aquellos que hablan, piensan e imaginan con el alma.
Por eso sé que nunca va a pertenecer a mi estantería…por ahí solo queda ese manual que el me dejó y mucho espacio para que nunca se caiga…porque en ese mueble solo va lo que ocupa espacio en mi memoria, y lo que hace y deshace a mi alma…este libro silencioso, dibujo lo que la estantería aporta a mi espíritu…dándole letras y dibujos…dándole vida y quitándola…haciendo personas y creando espacios…