Había una vieja historia, que me contaba mi abuela cuando aún la angustia de mi soledad atizaba mi alma como un puño sobre la mesa.
Narraba los hechos de un joven aprendiz de camarero que trabajaba en una cafetería que estaba aislada en medio de un viejo centro comercial. Nadie se acercaba por los viejos pasillos de ese vetusto edificio, pero paseaba una chica que siempre tomaba ese camino no sabía bien ni para qué.
Esa chica aunque pareciera triste y seria, iluminaba los días del joven aprendiz que como de costumbre limpiaba la cafetera aunque el metal del aparato destellara de limpieza.
Su melena morena, sus ojos almendrados, su manera de caminar, sus delgados brazos, su perfecta silueta y si maravillosa luz hacían de ella una verdadera hada.
Observaba siempre la pizarra con las ofertas de la cafetería e interesada leía pero nunca se paraba a tomar algo. El chico intentó cada día poner cosas más deliciosas, suculentas, preparó los mejores postres…Y poco a poco la cafetería comenzaba a tener clientes, y su jefe andaba muy contento con el rendimiento del chico que tenía como único objetivo atraer a la chica a su vieja cafetería.
Pasaron los meses y ya no era esa vieja cafetería, sino todo el inmobiliario renovado e incluso habían incluido una pequeña carta electrónica para informar de los menús diarios a todos los clientes. Pero de costumbre el chico siempre desde primea hora de la mañana dejaba escrito en la pizarra, todas las especialidades que haría por ella.
La cafetería se consagró en el pequeño pueblo y todas las personas se sentaba y dialogaban con un buen café y un rico dulce, pero el joven camarero, ya consagrado como tal, no cesaba en su empeño de que esa chica se acercara a probar algo de lo que el prepararía para ella y que todos los día remarcaba en su pizarra.
Cansado de esperar, un día puso que únicamente se ofrecían 2 cafés y pagaban 1. Sin esperanza alguna y con costumbre la chica apareció llenando de lástima el corazón del chico, pero esta vez, no siguió de largo. Se paró ante la pizarra y entró en la cafetería, se acercó a él y le dijo.
- Hola ¿Me podrías poner la oferta que tienes en la pizarra?
- ¡Claro! Pero son 2 cafés, si quiere espero por su acompañante…
- No será necesario, lo tengo delante. – le dijo la joven con una preciosa sonrisa.
El chico no podía creerlo, hacía los cafés con la mayor perfección existente, se mostró como el más exigente y el más cariñoso, simplemente plasmo todos sus sentimientos en ambos cafés.
- Durante meses he ido colocando diferentes dulces y postres, he aprendido a hacer todo esto con el fin de que este día ocurriera, y justo cuando decido apartar todos los dulces, tú entras en escena y me invitas a tomar un café junto a ti.
- ¿Sabes? Sin conocerme, cada postre, cada plato, cada dulce, me encantaba, me fascinaba, has sacado lo mejor de ti por estar conmigo y eso es lo más importante.
- Todo este tiempo te habías dando cuenta… ¿Por qué no me dijiste nada?
- Nadie me ha mirado como me mirabas tú, cuando pasaba para ir a trabajar, nadie me ha demostrado conectar tanto conmigo sin conocerme y por último nadie aguantaría colocando una vieja pizarra todas las mañanas con el fin de que la leyera siempre que pasara.
Hablaron durante horas, y cada día la chica se tomaba el café junto a él. Iba todos los días, siempre que pudiera, ella era autentica junto a él, dejó de esta triste, no le merecía la pena. Ese joven le había demostrado el amor verdadero.
El obtuvo la luz de su vida y juntos comenzaron siendo compañeros de café y ahora compañeros vitales.
Hoy su pizarra sigue mostrado la oferta de los dos cafés por uno, y la cafetería es el punto donde muchos jóvenes vienen a encontrar el amor.
Durante esos meses el joven camarero saco lo mejor de él, para poder sacar lo mejor de ella.
Mi abuela me dijo que siempre dejaremos esa pizarra para esa persona que nos alegra la vida, el momento, nos ilumina con su luz y nos calma la sed.
La pizarra quedará siempre en pie, lo único que hay que hacer es colocar la oferta más adecuada, para que la complicidad, la seguridad, el valor y el amor fluyan.
Tenemos nuestra pequeña cafetera a punto. Solo falta que leas la pizarra y veas lo que te ofrezco.